

Un coleccionista de arte no es aquel que compra 2 o 3 obras para decorar su casa. Una verdadera colección es aquella que, no importa si formada por 2 o 100 piezas, tiene una coherencia, un hilo conductor, una orientación hacia un determinado artista, contexto histórico o temática. No todos los coleccionistas son millonarios y famosos. Los que mantienen activo al mercado son una masa de coleccionistas de nivel medio que no gastan mas de u$s 800-1000 por pieza. Pero, por su puesto, son las colecciones de los millonarios las que crean museos. Porque nadie pasa a la historia por su riqueza, por eso los magnates hacen colecciones de arte y museos, para no quedar en el olvido y trascender.
Henry Clay Frick amasó su fortuna a principios del siglo XX gracias a negocios relacionados con la metalurgia. Su objetivo fue crear la colección de arte más importante de América y dedicó su vida y su dinero para conseguirlo. Sus compras incluyen Vermeer, Turner, Tiziano, El Greco, Rembrandt, todos los grandes maestros y, además, muebles fabulosos, firmados por los mejores ebanistas de la historia, capaces de hacer suspirar a cualquier amante de las artes decorativas. En 1913 se trasladó desde Pittsburgh a Nueva York e hizo construir una mansión donde pasaría sus últimos años de vida y que, desde 1935, es sede de su museo.
Hoy la Frick Collection es una de las visitas imprescindibles de New York, quizás la mejor colección privada de arte a nivel mundial.Y todo gracias al legado de un hombre que logró pasar a la historia no por su dinero si no por su aporte a la cultura y el arte.