Hace pocos días me preocupé al leer que, cada semana, el Gobierno porteño recibe 80 pedidos de autorización para demoler edificaciones anteriores a 1941 de parte de desarrolladores inmobiliarios que quieren reemplazarlos por edificios nuevos. Por desgracia en nuestro país no existe conciencia colectiva sobre la importancia de preservar obras arquitectónicas que son testimonio de un tiempo, una época. Hay acciones aisladas que intentan hacer respetar el patrimonio urbanístico y, puntualmente, una ONG llamada Basta de Demoler que, formada por un grupo de vecinos de Buenos Aires, ha logrado hacer fuerza y, gracias a sus convocatorias y acciones, ha salvado varios edificios condenados a la destrucción. Los invito a recorrer su página, desde donde realizan denuncias, invitan a participar a los vecinos y además llevan un archivo fotográfico tristísimo sobre las edificaciones que ya no están, que fueron demolidas. El esfuerzo de unos pocos no es suficiente, para respetar y preservar el pasado también es necesaria una política de estado que cuide la identidad patrimonial tangible, no solo edificios de valor histórico o arquitectónico, si no también parques, calles y mobiliario urbano. Les dejo imagen del Palacio de Correos de Buenos Aires que en este momento está siendo intervenido de manera peligrosa: se está demoliendo su interior y se va a reemplazar la cúpula original de pizarra. Más allá de las polémicas que genera este caso particular ojalá se estén siguiendo las pautas de valoración y protección de Monumentos históricos y se esté cuidando esta parte de nuestro pasado.
